¿Cómo acaban nuestras montañas plagadas de microplásticos y residuos?


Si dedicamos un día a pasear por la montaña y nos apartamos del sendero, además de deleitarnos con el paisaje, la gama de verdes y ocres, el olor a tierra y bosque, podemos realizar un sencillo ejercicio de conciencia medioambiental. Nos agachamos, eligiendo un metro cuadrado al azar aparentemente limpio, acercamos la vista a un palmo del suelo y nos preparamos para echarnos a llorar, porque lo que se abre ante nuestros ojos es tan solo la capa visible del fruto de décadas de trasiego.
Fibras sintéticas.

Probablemente no consigamos encontrar una cuadrícula libre de algún resto de origen antropogénico.


Caucho de calzado y gomas elásticas.
 
El listado de residuos encontrados es el siguiente, y las imágenes valen más que mil palabras.

Los residuos no son distintos de los que podemos encontrarnos en una ciudad, pero la naturaleza no es una red viaria y tiene una peculiaridad con una clara consecuencia, el campo no se barre.
 
Etiquetado de textil.
Puede llegar a recogerse una botella, una bolsa, un envoltorio… o no; pero no se recogerá una fibra de textil, una colilla, un fragmento de plástico de 5 mm, un resto de papel de aluminio de 1,5 mm, un trozo de caucho de la suela de una bota de montaña, y ello por varias razones:
  • No son perceptibles a la vista.
  • En poco tiempo acaban sepultados por la vegetación o tierra.
  • No pasará un barrendero.
  • No pasará una máquina limpiadora.
  • La lluvia no arrastrará los restos a una red de alcantarillado.

 Plásticos varios.

Es decir, todo esto que en una ciudad acaba siendo tratado o recogido tarde o temprano de alguna manera por pequeño que sea, en la naturaleza simplemente se acumula pisada tras pisada, jornada tras jornada, año tras año, década tras década, desmenuzándose muy lentamente.

Restos de vajilla desechable.
 
Las prendas y materiales que usamos en la naturaleza sufren un deterioro; sin que lo percibamos, sin que lo pretendamos, por muy inocua que pretenda ser nuestra visita, inevitablemente nuestro paso habrá contribuido, aunque sea con un único hilo de polyester, o el desgaste del caucho de nuestra bota a que no haya una sola porción de tierra libre de residuos.

 
Envoltorio plástico y papel de aluminio.

Hace 70 años prácticamente nadie se adentraba en la montaña por ocio, ahora es una parada de "Metro" más a la que llegan millones de visitantes anuales (Parques Nacionales); todos y cada uno de estos visitantes llega cubierto de plástico de los pies a la cabeza y pertrechado con una mochila llena de potenciales residuos. Hay mucho civismo, o no, pero estas son muchas visitas y ya hemos visto que cada hilo de fibra sintética suma. Por eso la montaña arroja niveles de micro plásticos sobre todo y micro residuos al nivel de las grandes ciudades.


Vidrio y toallita higiénica.

No es que debamos dejar de transitar la montaña o el monte, pero debemos ser conscientes que a cada paso que damos generamos un impacto por pequeño que sea.